Mariana Perel transforma los testimonios de siete mujeres que han sido atravesadas por la experiencia de la maternidad en relatos conmovedores: Carina alquiló un vientre en Estados Unidos para gestar a su hijo. Luciana, sola en Buenos Aires, y limitada en sus capacidades, fue capaz de criar a su hija, ahora adolescente. Valeria parió a los cuarenta, el relato de su parto se impuso en tiempo real, como se tiene un hijo. Mónica crió a una niña enferma, aprendió todo siendo madre. Marcia y Teresa son pareja, gestaron a Alex por fertilización in vitro. Patricia habilita a las mujeres a parir naturalmente en sus casas, desenmascara los temores de dar a luz.
Cada narración expone un recurso estilístico distinto que resalta la voz de estas mujeres excepcionales. No sólo por lo que les ha tocado vivir, sino por cómo han logrado dar vuelta la propia historia.
POSFACIO
Un tratado poético del injerto.
Teorema de la lengua de Ana Abregú
Teorema de la lengua de Ana Abregú se da a leer como una contra-obra, una suerte de diccionario del pensamiento cuyas «entradas» versan precisamente sobre la diversidad tanto de su funcionamiento como de los vacíos que se abren en cada intersticio de las discontinuidades. Identidad, memoria, atención, experiencia, literatura, filosofía, poética, son algunos de los motivos que conforman el horizonte de este texto al que las voces líricas, que enhebran la ilación de las series que lo configuran, aluden elípticamente a través de figuraciones atravesadas por alambicados juegos del lenguaje, diseñando imágenes sobre un telar al que se asoman las derivas insaciables del sentido. Esta obra exhibe la labor de una escritora que despliega una insistencia vinculada a términos sistemáticos como teorema, conjetura, paradoja, hipótesis, semántica, hermenéutica, dispuestos en forma heteróclita y que, por ello, resultan de una originalidad extrema cuando en un gesto de gran atrevimiento reúne esos términos haciéndolos depender de un vínculo de pertenencia a nombres propios como Proclo, Pareto, Novalis, Gadamer. Cada uno de ellos es una cifra incandescente que ilumina las reflexiones, los debates, las consecuencias de sus intervenciones en el campo del saber. Esa encrucijada entre las dos series, la de los conceptos y la de los nombres, requiere atender a los modos de constitución del formato que Ana Abregú ha elegido para disponerlos; ante todo, el presupuesto teórico de que el nombre del autor funciona como índice de una relación de atribución que no participa de la lógica lineal de la determinación, sino que es el resultado de un dispositivo en el que se traman un conjunto de operaciones discursivas de gran complejidad, en Teorema de la lengua la sucesión impone una posibilidad de trastornar certezas, sumado a la hibridación discursiva, todo ello rematado por un envío a Macedonio Fernández, al que homenajea en un significativo epígrafe, asumiendo su poética de lectura. Teorema de la lengua no tiene un tablero de dirección, Ana Abregú confía que alguno de los lectores se animarán a combinar el caleidoscopio con la enciclopedia siguiendo la perspectiva macedoniana: Confío en que no tendré lector seguido. Sería el que puede causar mi fracaso y despojarme de la celebridad que más o menos zurdamente procuro escamotear para alguno de mis personajes. Y eso de fracasar es un lucimiento que no sienta a la edad.Al lector salteado me acojo.
Por tanto, se hace necesario deslindar muy bien las tentativas de aproximación a cada uno de los fragmentos poéticos. En mis errancias por la textualidad de la obra, asomado en principio a las formaciones discursivas de la filosofía y la ciencia, moduladas, desde las cadencias y los ritmos de las voces líricas he valorado, primordialmente, la organización alcanzada, entonces, en la apropiación por esta escritura de tensiones temáticas confrontándolas con los desvíos de las imágenes poéticas. Ana Abregú sortea el riesgo de condensarse en una formulación paródica porque quiéralo o no, asume la disposición textual como un deslizamiento estratégico no sólo para comprender su relación con la filosofía y la ciencia, sino para definir el perfil de su poética, pues allí es donde inscribe su escritura especulativa, circundando los bordes de los discursos tradicionales para develar no sólo el hacer poético sino, además, una forma inédita sobre la que se asienta para asumirse en el cuerpo de la letra. En consecuencia, es posible situar Teorema de la lengua en la tradición abierta por Paul Valery para dilucidar cuál es el sesgo de su postura con la filosofía con el fin de comprender lo que puede considerase un capítulo más de lo que se ha llamado, desde Platón, la confrontación entre los filósofos y los poetas. Para Ana Abregú, como para Valéry la victoria es de los poetas, pero en el caso de Teorema de la lengua se ensancha el horizonte de disputa intersectando las tensiones con las discursividades de la ciencia. Ana Abregú, en consonancia con Luwig Wittgenstein, asume que los problemas filosóficos y científicos derivan de un mal uso de la lengua. A las palabras del lenguaje ordinario se les asigna un significado estable, más allá de los contextos de uso, con el fin de crear una impresión del saber, donde no hay tales certezas sino un conjunto de problemas que en el momento de ser precisados se hacen evanescentes. Los galimatías a los que nos conducen los discursos de certeza residen en la ignorancia de lo que Valery llama el carácter transitivo del lenguaje: Uno olvida el rol únicamente transitivo de las palabras, solamente provisional. Uno supone que la palabra tiene un sentido, y que ese sentido representa un ser, es decir, que el funcionamiento de la palabra es independiente de todo y de mi funcionamiento instantáneo en particular. Abregú, situada como poeta, como quien hace poemas, asume la crítica de ciertos términos sólo como una instancia para abordar lo que le interesa: la comprensión del hacer y, en particular, del hacer que crea, considerado por él, como la acción humana más completa en tanto que involucra el mayor número de poderes del espíritu. El título de cada poema siempre funciona como un nombre propio al que replica; inscripto en el margen perdura en un más allá de las voces líricas identificando al texto y, por lo tanto, habilita la posibilidad de referirlo o evocarlo lo cual perturba cierta legalidad de la lengua y del discurso, puesto que introduce un repliegue en las operaciones de denominación y referencia.
Si como afirma Jacques Derrida escribir quiere decir injertar. Es la misma palabra, el decir de la cosa es devuelto a su ser-injertado. El injerto no sobreviene a lo propio de la cosa. No hay cosa como tampoco hay texto original. Ana Abregú, en Teorema de la lengua, toma partido por el uso poético de la lengua, a saber, la convicción de que el lenguaje hunde sus raíces en la acción y que es ésta la que le da sentido a las palabras. De ahí que su libro sea un manifiesto en el que se entrecruzan tradiciones y envíos, que tal como he ido citando configuran un modo de proponer que el sentido es inasible y la palabra poética es el mayor desafío de la escritura. El gran hallazgo de Teorema de la lengua es asumir que el sentido de los textos no depende del sentido atribuido a las palabras sino de las cartografías, siempre otras cada vez, en las que se injertan.
Roberto Ferro
Novedad: Si en Atrave(r)sar –poemario anterior–, Ana Abregú desafió a la vivencia como forma de acceder al lenguaje, a partir de incisiones y fragmentos que pueden leerse como poesía y que cuestionan la idea de legibilidad y permanencia que cada texto logra con su significado, en Antí(eu)fon(í)as presenta una serie de secuencias que montan y desmontan pequeños dioramas donde la poesía aparece ya no como certeza, sino como posibilidad.
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Los textos de Antí(eu)fon(í)as buscan su propio tempo mítico más allá de todo mito, donde la partitura no empieza ni termina (porque no es relevante ni el inicio ni el fin), no así la escritura que fue una ilusión (como si todo nunca hubiese sido escrito) de una persona ensayando el delicado sonido de un estado transitorio cercano a la antropofuga, una hormiga que lleva la materia prima directo al reproductor de la melodía.
Nicolás López-Pérez, Rancagua|Chile, 28abril/18mayo-MMXXI
Julio Barco pasa revista a la poesía peruana y la hace dialogar no solo con otras tradiciones literarias sino con un presente, siempre degradado, y cada vez más desentendido de arte. Pero el libro no es triste ni se ahoga en la denuncia. Se trata, más bien, de la celebración del instante, de la palabra, de una realidad agónica asaltada por los versos y de unos versos siempre desestabilizados por el caos imparable de la realidad. En ese aluvión, en ese abismo, los versos celebran el contacto o, mejor dicho, el resto de un contacto que insiste en su presencia. En este libro, el Perú y su literatura vuelven a mostrarse en su áspera y rauda intensidad. Víctor Vich
La poesía como pasión por el lenguaje. Y padecer, un salto de fe desde la mente al mundo. La mente como un viaje cada vez, como un producto histórico. Y el poema, en verso, en prosa, de una tradición, de una generación, de una refundación necesaria, de un tour de force es una gran categoría de la mente. El poema nunca es el mismo que escribimos. Cuando lo escribimos. Algo se pierde en la transfiguración del lenguaje. Julio Barco (Lima, 1991) lleva casi una década labrando una poética volcánica urbana-digital a flor de piel, en tecnicolor, en una hiperrealidad que sale y se mete en la cabeza, y con una cuya sonoridad que es ir aprendiendo a domar las pasiones en la soledad, de la música de un lenguaje en llamas que no se consume. Este poeta ingresa y egresa en la vida misma, intercala ritmos, blancuras de página, torrentes de intensidad, intertextos; interviene creativamente la entropía y genera una obra sui generis en la poesía latinoamericana. Nicolás López-Pérez
La literatura es una práctica y un fenómeno colectivo. Detrás de esa abierta pero acotada afirmación, obras posibles y póstumas revoloteando desnudas alrededor del fuego en un jardín de caos convertidos en cosmos. Es una metafísica compartida, de quienes leen y quienes escriben. Inevitablemente, se está en una u otra posición. Se puede estar en ambas. El cansancio es mayor. Todo el tiempo estamos leyendo. La realidad misma es forzosamente legible. Leemos más representaciones en hielo que letras. La literatura nos muestra una simbiosis milenaria entre palabra e imagen. Y desde ahí, proyecta una incapacidad capaz de aunar fragmentos e hiperconectividad. Sobre todo, hoy, con la explosión de la autoría. Autores y autoras por doquier. El delirio proviene de la firma de las cosas que nacen, a partir de la nada o desde algo existente, en general, residuos. La literatura provee de asociaciones que liberan un efecto, más allá de decir y ver. La literatura admite su propia literatura. La metaliteratura. La literatura de la literatura. Una biblioteca imaginaria, causalidades & accidentes juntos en la misma mesa. Un recorrido por una experiencia lectora alienadora, de alguna manera un libro está involucrado en algo. Un libro, un autor o una autora, una obra, un impacto, un qué y un por qué. Cosas que se han quedado en la posibilidad o son porque ya están muertas. Se pueden ver materiales para una nueva obra posible, para una gran ouija que construye un momento en que todas las ficciones se tocan. En lo hermoso de esa frontera que la creatividad establece, uno vuelve a ser inventado. Las palabras de otros vuelven para amplificar una voz. Y se recurre a ellas para darles presente o por una mudez pendiente de examinar.Metaliteratura & Co es una forma de comparecer en una conversación mental que no se acaba & que, con todo, ve el final del túnel, donde los muertos empiezan a saludarla acompañando y velando al nuevo muerto. El que escribe este libro.
Arder (Gramática de los dientes de león) de Julio Barco es un cóctel polifónico, anárquico y experimental con una innovadora forma de leer el lenguaje y de sentir la poesía. Da gusto saber que en Latinoamérica hay jóvenes que desean quebrar los vidrios y hacer con las astillas otra poesía.
Fredy Yezzed
Apropiación, transposición, reformulación de convenciones, signos y grafías, se articulan en este poemario de Julio Barco, Arder (gramática de los dientes de león), del cual ya comenté algunos detalles en la revista Metaliteratura.
Con un narrador diglósico –lenguajes en contraste–, armoniza –el sentido musical no es inocente– un diálogo con otras literaturas, deslizándose en diferentes estilos. Literatura fresca, nueva, que se apropia de los conflictos de la actualidad, donde los medios tecnológicos enfatizan los procesos de traducción así como el dispositivo interpretativo.
Con un lenguaje transformador, intenso, heterotópico –en el sentido foucaultiano–, Arder ilumina los excesos, las parodias, las derivas de lectura y un espacio real y beligerante de la épica de un poeta. Se consigue en Amazon, papel y ebook.
Julio Barco se rebela y se enfrenta poéticamente a la voracidad del nuevo mundo dominado por el Mercado-Capital. Es por eso que se instala en la marginalidad de una ciudad devoradora, violenta, pacata e hipócrita como es Lima; y desde esas orillas subyugadas de la Modernidad es que levanta su voz ante el descarnado furor de la sobrevivencia. Este es el cantar del siglo XXI de Lima.Calle NN, 2017. Miguel Idelfonso, poeta y escritor, Premio Nacional de poesía 2017
«De la naturaleza afectiva de la forma» puede leerse como un espacio y un estado en poesía; puede leerse como la grabación de intervalos en que el pensamiento se opone al mundo y no a través de la experiencia semántica y sintáctica; puede leerse como la suma de los documentos, el archivo y la imaginación, más o menos organizada, de Nicolás López-Pérez (Rancagua, Chile, 1990). Cada unidad articulada en este tríptico, tiene una función autónoma y traza su propio recorrido de ida y regreso al origen del lenguaje mismo. Siendo la lectura y la escritura, tecnologías, una obra es un dispositivo en medio de la confesión y confusión del sentido con imágenes y microtonos o, tal vez, es una pregunta a través de un laberinto o una llave para una puerta que la trayectoria y el desvanecimiento de un libro solo pueden crear. O nada de eso. Entre los detalles de su naturaleza, privada, ya fecundada y empaquetada, se concentra una colosal explosión de energía, cuyo fulgor, se estima, operará como una bomba de racimo. Energía que, al liberarse, fundará un nuevo tiempo verbal, un tráfico de materiales para un montón de pérdidas inusitadas. Nos recuerda que una lengua no es más que el sueño de dos cementerios en ruinas sobre las espinas de un cactus. Y no es todo, estamos frente a una geometría, a una forma mediante la cual el poeta no va comprendiéndose a sí mismo, sino va dejando y revelando que la creatividad es gratitud, desborde, fuga, ritmo, estupor y el trópico de su resurrección . El poeta se hace uno con los escombros de sus percepciones. El deseo y el abandono aquí se dan cita en medio de un campo de significados que no son más que las cenizas de una vida. Una vida, un libro: un idioma en llamas, un temblor mental, un planeta hecho de desintegraciones y apariciones. Caos y cosmos. Todo en el hermoso viaje que es el alfabeto y las palabras. Este es el retorno.
Las voces de un país se reúnen y sacuden su intensidad en este fascinante tratado que abrirá su comprensión del universo poético peruano. La poesía, como algunos manifiestan, no posee más bandera que la propia escritura, sin embargo, creemos que no hay poesía sin espacio y tiempo, sin contexto o época abierta como: here, señores, están las voces más intensas y arriesgadas de los últimos 10 años de escritura en las tierras del Perú. País grande y contradictorio, sacudido por la violencia y la corrupción. Frente a ello, estos poetas de todas las regiones nos acercan a una sensibilidad vasta y furibunda. Acerquemos nuestros ojos, corazón e intelecto a esta sinfonía que descubre la cultura de un país en el fuego de su arte poético. Este libro suena a todas las sangres. Julio Barco.
La poesía como un volver sobre los pasos, un regreso al verbo original, a la palabra libre de subterfugios retóricos que nombra el lado oscuro del amor o dice la vida que se va, la luz que cae, el mundo que fue y comienza a desdibujarse . La desesperanza, el tiempo, la solitaria verdad de no ser nadie, nada sino el sueño mismo de haber sido, de haber vivido .. La imagen de la belleza como la primera y la última muchacha del camino El suave desprendimiento que otorgan los años, el despojamiento, el silencio, el vacío como una casa definitiva. Y las palabras, las mismas que fueron lejos y ahora vuelven para acompañarnos. De ello nos hablan estos poemas, estos breves y tardíos versos sin estridencia donde aún es posible, sin embargo, imaginar que alguien sigue cantando mientras alrededor todo oscurece.
El dispositivo narrativo de la saga de Jorge Cáceres, que se continúa con la novela Todo viene del pasado, se da leer como una polifonía de voces y perspectivas diversas puestas en juego a través de los relatos de personajes atravesados por las intervenciones del protagonista. Las operaciones excéntricas de las historias tejen y elucidan conjeturas; las voces imbricadas y las conspiraciones solapadas se suceden en las secuencias de acontecimientos plurales y sinuosos, como si el azar se complotara al poner en tensión la sutil diferencia entre el original y la copia, entre la verdad y la falsificación. Jorge Cáceres, un vendedor de libros raros, vive y reflexiona a partir de los artificios de la omisión y de la labilidad de las máscaras. El diferimiento de voces, como recurso de elisión, configura un sistema paradójico que hace de esta novela una notable variación de la narrativa policial negra. Roberto Ferro, consumado innovador de las convenciones del género, construye el entramado de Todo viene del pasado desde la mirada estrábica de su protagonista que persigue una incógnita velada en las cartas de Manuel Puig.
Ana Abregú.
Nicolás López-Pérez (Chile, 1990) concentra & procesa los rudimentos de su propia fe literaria, la de una obra monumental, una obra capaz de volver a escribir los vínculos de la experiencia entre la vida y lo que el lenguaje ha dejado marchitar para El mundo de las palabras y los hechos. Tipos de triángulos es una pequeña máquina de sueños y poesía, conducida por la energía y las formas que se transforman en el ajuar de una casita que no solo es literatura o alguna profesión de ética o estética. Sus partes se encuentran desperdigadas en ningún orden en específico, son escombros que respondieron frente a la enervante y lapidaria normalidad infundida por el tiempo presente, ese luminoso movimiento perpetuo. Este libro funciona, transcurrida la ascética fragua de un albur que propone su primera muestra, cuando ya no se habla de selección u antología, sino un vistazo hacia algo que está siendo. Y que perfectamente podría dejar de ser. Contra toda esperanza, el día de mañana o cuando su lectura sea obsoleta.
De la memoria, de lo que se recuerda y cómo se recuerda, quizás le dijo Jorge Cáceres a Roberto Ferro la tarde en que le entregó la primera versión de su novela, anotaciones dispersas a un relato, básicamente, de dos situaciones; por una parte, la reconstrucción de una serie de diálogos en los que había intervenido y, por otra, la recopilación de mis interpretaciones de un conjunto de textos escritos y de imágenes; ambas se desarrollaron en un lapso que abarcó no más de un mes.Cáceres comenzó a escribir la misma mañana en que se enfermó. Luego de que la fiebre cediera, dejándole en las manos recuerdos de la infancia, escribió las primeras notas como un modo de no olvidarlos. Más tarde dos pedidos profesionales: la búsqueda del original extraviado de una novela –a la que se sumó la aparición de dos fotografías–; y, casi al mismo tiempo, una investigación histórica, con un final impredecible, acentuaron la certeza de que En cada caso las peripecias han sido señales que me incitaron a captar el tiempo y a sentir su espesor viscoso, así como en el contradictorio devenir.Seguramente hablarían de muchas más cosas esa tarde, ya que ambos se confabulan desde hace tiempo al momento de trabajar juntos en “los desbordes de la narración”. Mientras tanto el lector se deja conducir por el enigma de la trama, ajeno o testigo, según sea su mirada atenta, a la presencia indivisible de uno y otro; participando con deleite de los guiños literarios; agradeciendo, en definitiva, durante la lectura de la novela, que de todos modos así sea. María Claudia Otsubo
Los que vienen leyendo mis trabajos en poesía –de Me da pena que la gente crezca hasta La música de mi cabeza volumen 7- se sorprenderán de mi primera novela. Este es un trabajo de fines del invierno del 2016. Yo ya no soy más este yo. No obstante, me siento particularmente cercano a la intimidad de estas páginas. Intenté meter este trabajo a ciertas editoriales jóvenes, pero nunca me devolvieron los mensajes. Me da igual. Prefiero soltar de modo libre este trabajo a que me den el 3 % de regalías al cabo de un año. Es muy jodido ser escritor en el Perú, pero aquí vamos. Para adelante, sin quejarse.
Este volumen es una suerte de Mi casa de Cartón. Aquí hay un poco de lo que significa escribir poemas en Lima y vagar por sus calles. Y un poco más.
Sean bienvenidos a este concierto para jóvenes desempleados.
Julio Barco, SEREMSA 2019
Si en Respirar y Arder (gramática de los dientes de león), como dos verbos convulsos, nos rebela la voz más intensa de la poesía peruana última, como una música torrencial de vitalidad, en en "Des(c)iertos" observamos una exploración más al filo de lo beat y un canto contra toda monotonía que destruye la vida. La poesía deja de ser susurrada para empezar a ser grito cotidiano, exploración del registro tanto mental como social: una bitácora infinita de cuchillos y destellos. En estas páginas, la poesía peruana (singularmente, la del Norte), la urgencia de amar, la soledad del verso, los caminos abiertos por el sentido del lenguaje, la exploración de varios registros (haikus, poema en prosa, entrevistas, etcétera) desarrollan una naturaleza impetuosa. Este es un trabajo escrito entre calles y buses, entre avenidas y hoteles al paso, donde la realidad y la poesía se fusionan y conviven como un solo magma. Hay un cuerpo que huye y canta, y su canto no es banalidad ni vacuo: es rebeldía que azuza y golpea. Rebeldía marina. Sin que todo ello, menoscabe, el conocimiento sobre la propia poesía, la necesidad de fundar una voz y el inevitable desarraigo de los poetas y cantores a inicios del siglo XXI.
Reseñas de este libro: Des(c)ierto by Julio Barco
My rating: 5 of 5 stars
Leí este poemario y escribí un artículo, que se puede leer en: http://www.metaliteratura.com.ar/inde... Sin duda una poética de su época. El autor transita en el mundo físico y en su mente. En el quiebre del texto, irrumpe la pandemia. Nunca tan contingente esta obra, de amor, de lecturas, de viaje.
Jorge Cáceres que está transitoriamente trabajando en la Biblioteca Nacional de Florencia, recibe un telegrama de la hija de su mejor amigo Miguel Vieytes, comunicándole que su padre ha muerto. Regresa de inmediato a Buenos Aires para descubrir que lo que ha sido escenificado como un suicidio en realidad fue un asesinato. La investigación que emprende lo lleva por un oscuro laberinto donde hay otros crímenes y la revelación atroz de la muerte de una niña como parte de un comercio infame. Cáceres revela el centro del secreto donde se oculta una siniestra confabulación. Desde aquella ventana es un retrato caracteres, de clases sociales y de valores, un thriller de factura impecable en el que el suspenso acecha al lector en cada página. Para narrar esta historia, Roberto Ferro despliega una escritura deslumbrante que consigue crear una trama obsesiva envolvente y pulcra en todos sus detalles. Tercera zaga de las peripecias de Jorge Cáceres. Fuera de foco es la segunda entrega. El otro Joyce es la primera.
Una pintura de Caravaggio enviada, en secreto, desde los Museos del Vaticano al Arzobispado de Santa Fe ha desaparecido; el destino de su paradero podría provocar un escándalo de incalculables proporciones. Un médico que denuncia la mafia de los medicamentos, los negociados entre laboratorios, y a funcionarios políticos, es asesinado en Bahía Blanca. El crimen puede provocar una reacción impredecible. Las tramas se entrelazan y, en medio de esa urdimbre, Jorge Cáceres se ve obligado a investigar. Mientras se cuestiona el sentido de su búsqueda ocurre la aventura, el amor, el desconcierto.
Roberto Ferro narra esta historia del mejor cuño de la novela negra, un inquietante thriller en el que se impone, con fuerza, la obstinación intensa y tan humana, de no resignarse a vivir a la sombra de los poderes de turno. Fuera de foco es una apasionante novela atravesada por una mirada irónica, con múltiples guiños literarios, surcada por diferentes registros. El misterio está en todas partes y en cada persona, hay algunas que lo llevan tan incorporado a sus vidas que se convierten en grandes signos de interrogación, es el caso de Jorge Cáceres, el protagonista de esta novela.
Miguel Vieytes