“Nada literario me (le) es ajeno”, podría decir (y decirse) acerca de un libro como el que viene a continuación. Declaración audaz, pero verdadera: desfilan en esas desbordantes páginas textos, referencias, sobreentendidos, alusiones, reflexiones, el universo de la literatura en fin, una constelación de palabras, que son también conceptos, mediante los cuales Roberto Ferro trama una relación pasional (e intelectual) con la literatura de su tiempo y en la que resuenan ecos de la gran literatura de todos los tiempos.
Noé Jitrik
Novedad: Si en Atrave(r)sar –poemario anterior–, Ana Abregú desafió a la vivencia como forma de acceder al lenguaje, a partir de incisiones y fragmentos que pueden leerse como poesía y que cuestionan la idea de legibilidad y permanencia que cada texto logra con su significado, en Antí(eu)fon(í)as presenta una serie de secuencias que montan y desmontan pequeños dioramas donde la poesía aparece ya no como certeza, sino como posibilidad.
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Los textos de Antí(eu)fon(í)as buscan su propio tempo mítico más allá de todo mito, donde la partitura no empieza ni termina (porque no es relevante ni el inicio ni el fin), no así la escritura que fue una ilusión (como si todo nunca hubiese sido escrito) de una persona ensayando el delicado sonido de un estado transitorio cercano a la antropofuga, una hormiga que lleva la materia prima directo al reproductor de la melodía.
Nicolás López-Pérez, Rancagua|Chile, 28abril/18mayo-MMXXI
Textorios es el transcurrir por la comisura del lenguaje, recorrido por las astillas que orbitan el asedio de la poesía, sensibilidad y efervescencia por el trabajo lingüístico de escritores y, exigua insistencia en reflexionar sobre la literatura del presente, sobre los modos de producción de sentido donde los medios funcionan como fuente, personajes, inspiración y controversia; las palabras: la cosa que hace al mundo existir y se proyecta sobre una realidad ecléctica, versátil; textos escritos bajo la atmósfera de catacresis de circunstancias al atravesar lecturas y antianáclasis, pluralidad de significados y, juegos de incompatibilidades. Textorios es un lienzo, un tejido, textura y testimonio de perplejidades con que la literatura suele acometer. Literatura, ese estado pretérito y presente en constante confrontación, interacción más allá de la desvalorización y valores de continuidad.
Textorios reúne comentarios críticos y ensayos sobre y de literatura, momentos fugaces y explícitos, metadiscursos sobre las características de la palabra en la era de la Internet, acaso fenómenos transculturales.
Oitos Rossi.
Nudos que convergen, desprejuicio entre códigos literarios y derivas miméticas, Cíngulos es un estar en la literatura; enfoques desde perspectivas límites, conversación intimista, reflexiones de una andadura textual; atrevimientos sobre maneras impostadas de ficción y verbalizaciones; Ana Abregú, escritora resuelta y persistente, éste, el segundo libro de ensayos, que incluye comentarios críticos de poesía, formula lecturas eclécticas y provocativas que exhiben amplio interés en temas y en intrincados vericuetos de la palabra escrita. Los ensayos de Ana Abregú proponen desintegrar los dispositivos de lectura bajo la óptica de ampliar sus efectos y consecuencias. Cíngulos es un entramado de lógicas imbricadas que intenta un ángulo díscolo sobre representaciones estéticas y textuales.
Oitos Rossi.
En numerosas oportunidades he señalado que entre los varios intereses y obligaciones vinculadas a mi trayectoria intelectual, tanto en el ámbito académico como en el campo literario latinoamericano en términos amplios y no restrictivos, surge una constante: mi interés por las teorías de la lectura y por la actividad crítica vinculada a esas especulaciones. Para cumplir con el deseo que mueve mi vocación, para hacerme cargo de las travesías con las que recorro los textos que leo y sobre –en toda la amplitud de sentido de esa preposición– los que escribo, el ejercicio de la crítica debe perturbar, trastornar, desmontar, las certezas de los saberes fundados en el pleonasmo y asumir los riesgos que supone aceptar que no hay significado oculto a develar, no hay secreto en la infinitud del sentido, sino flujos de diseminación sin fin. A diferencia de los otros libros en los que he compilado mis ensayos críticos, el título de El aparejo de un crítico es una tentativa de poner el foco en el proceso material de la lectura, sea cual fuere la teoría o la poética que guía cualquier tipo de aproximación al sentido de los textos literarios, diría que, sin excepción, comparten ciertos gestos en la práctica concreta.
Jorge Cáceres.
Este es quizás, el recorrido de una obcecación; artículos sobre literatura, reflexiones, comentarios, vivencias; publicaciones en la era de la Internet, que discurre entre lo comunicacional y la literatura; en este texto la autora se propone dar cuenta de sus obsesiones, inquietudes de una escritora que ha emprendido la épica de la literatura; texto ecléctico, iniciático, que analiza recursos poéticos, literarios, herramientas que los escritores despliegan. Se leerá sobre autores disímiles como Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco, César Vallejo; poéticas y textos en un amplio extremo temporal; monstruos literarios que asedian a Ana Abregú.De esto estamos hechos, de palabras.
Oitos Rossi.
En la última etapa de su vida, el anciano y enfermo M., el protagonista de Envejecimiento Ilícito, rememora el sinuoso recorrido por los sótanos de su memoria. No siempre fue un triste saco de huesos y fermentos corporales; alguna vez ha sido joven, osado, vigoroso. Pronto aprendió que debía dejar de lado ideales, sueños, fe. La rapiña, la codicia y la corrupción extinguieron su fuego y aniquilaron su esperanza.
La notable novela de Eduardo Méndez es una descarnada reflexión sobre los entretelones de la política argentina de los últimos tiempos.
La trama del relato se despliega como si fuera el reverso de una novela de aprendizaje, comienza por el final y se dirige hacia el principio en un incesante juego bascular entre el presente y el pasado. En los claroscuros de los recuerdos de M. se entrelazan su itinerario personal con la memoria compartida de los sucesos políticos que jalonan los avatares de la historia reciente. En una virtuosa urdimbre entre la ficción narrativa y la inflexión ensayística se tiende un telar genérico de brillante hibridez.
Con Envejecimiento ilícito, una novela potente, vigorosa, narrada con pericia indudable y con un gesto que exhibe un pulso distintivo, Eduardo Méndez irrumpe en el escenario de la narrativa argentina como una voz disonante.
Roberto Ferro
Julio Barco pasa revista a la poesía peruana y la hace dialogar no solo con otras tradiciones literarias sino con un presente, siempre degradado, y cada vez más desentendido de arte. Pero el libro no es triste ni se ahoga en la denuncia. Se trata, más bien, de la celebración del instante, de la palabra, de una realidad agónica asaltada por los versos y de unos versos siempre desestabilizados por el caos imparable de la realidad. En ese aluvión, en ese abismo, los versos celebran el contacto o, mejor dicho, el resto de un contacto que insiste en su presencia. En este libro, el Perú y su literatura vuelven a mostrarse en su áspera y rauda intensidad. Víctor Vich
La poesía como pasión por el lenguaje. Y padecer, un salto de fe desde la mente al mundo. La mente como un viaje cada vez, como un producto histórico. Y el poema, en verso, en prosa, de una tradición, de una generación, de una refundación necesaria, de un tour de force es una gran categoría de la mente. El poema nunca es el mismo que escribimos. Cuando lo escribimos. Algo se pierde en la transfiguración del lenguaje. Julio Barco (Lima, 1991) lleva casi una década labrando una poética volcánica urbana-digital a flor de piel, en tecnicolor, en una hiperrealidad que sale y se mete en la cabeza, y con una cuya sonoridad que es ir aprendiendo a domar las pasiones en la soledad, de la música de un lenguaje en llamas que no se consume. Este poeta ingresa y egresa en la vida misma, intercala ritmos, blancuras de página, torrentes de intensidad, intertextos; interviene creativamente la entropía y genera una obra sui generis en la poesía latinoamericana. Nicolás López-Pérez
La literatura es una práctica y un fenómeno colectivo. Detrás de esa abierta pero acotada afirmación, obras posibles y póstumas revoloteando desnudas alrededor del fuego en un jardín de caos convertidos en cosmos. Es una metafísica compartida, de quienes leen y quienes escriben. Inevitablemente, se está en una u otra posición. Se puede estar en ambas. El cansancio es mayor. Todo el tiempo estamos leyendo. La realidad misma es forzosamente legible. Leemos más representaciones en hielo que letras. La literatura nos muestra una simbiosis milenaria entre palabra e imagen. Y desde ahí, proyecta una incapacidad capaz de aunar fragmentos e hiperconectividad. Sobre todo, hoy, con la explosión de la autoría. Autores y autoras por doquier. El delirio proviene de la firma de las cosas que nacen, a partir de la nada o desde algo existente, en general, residuos. La literatura provee de asociaciones que liberan un efecto, más allá de decir y ver. La literatura admite su propia literatura. La metaliteratura. La literatura de la literatura. Una biblioteca imaginaria, causalidades & accidentes juntos en la misma mesa. Un recorrido por una experiencia lectora alienadora, de alguna manera un libro está involucrado en algo. Un libro, un autor o una autora, una obra, un impacto, un qué y un por qué. Cosas que se han quedado en la posibilidad o son porque ya están muertas. Se pueden ver materiales para una nueva obra posible, para una gran ouija que construye un momento en que todas las ficciones se tocan. En lo hermoso de esa frontera que la creatividad establece, uno vuelve a ser inventado. Las palabras de otros vuelven para amplificar una voz. Y se recurre a ellas para darles presente o por una mudez pendiente de examinar.Metaliteratura & Co es una forma de comparecer en una conversación mental que no se acaba & que, con todo, ve el final del túnel, donde los muertos empiezan a saludarla acompañando y velando al nuevo muerto. El que escribe este libro.
Arder (Gramática de los dientes de león) de Julio Barco es un cóctel polifónico, anárquico y experimental con una innovadora forma de leer el lenguaje y de sentir la poesía. Da gusto saber que en Latinoamérica hay jóvenes que desean quebrar los vidrios y hacer con las astillas otra poesía.
Fredy Yezzed
Apropiación, transposición, reformulación de convenciones, signos y grafías, se articulan en este poemario de Julio Barco, Arder (gramática de los dientes de león), del cual ya comenté algunos detalles en la revista Metaliteratura.
Con un narrador diglósico –lenguajes en contraste–, armoniza –el sentido musical no es inocente– un diálogo con otras literaturas, deslizándose en diferentes estilos. Literatura fresca, nueva, que se apropia de los conflictos de la actualidad, donde los medios tecnológicos enfatizan los procesos de traducción así como el dispositivo interpretativo.
Con un lenguaje transformador, intenso, heterotópico –en el sentido foucaultiano–, Arder ilumina los excesos, las parodias, las derivas de lectura y un espacio real y beligerante de la épica de un poeta. Se consigue en Amazon, papel y ebook.
Julio Barco se rebela y se enfrenta poéticamente a la voracidad del nuevo mundo dominado por el Mercado-Capital. Es por eso que se instala en la marginalidad de una ciudad devoradora, violenta, pacata e hipócrita como es Lima; y desde esas orillas subyugadas de la Modernidad es que levanta su voz ante el descarnado furor de la sobrevivencia. Este es el cantar del siglo XXI de Lima.Calle NN, 2017. Miguel Idelfonso, poeta y escritor, Premio Nacional de poesía 2017
«De la naturaleza afectiva de la forma» puede leerse como un espacio y un estado en poesía; puede leerse como la grabación de intervalos en que el pensamiento se opone al mundo y no a través de la experiencia semántica y sintáctica; puede leerse como la suma de los documentos, el archivo y la imaginación, más o menos organizada, de Nicolás López-Pérez (Rancagua, Chile, 1990). Cada unidad articulada en este tríptico, tiene una función autónoma y traza su propio recorrido de ida y regreso al origen del lenguaje mismo. Siendo la lectura y la escritura, tecnologías, una obra es un dispositivo en medio de la confesión y confusión del sentido con imágenes y microtonos o, tal vez, es una pregunta a través de un laberinto o una llave para una puerta que la trayectoria y el desvanecimiento de un libro solo pueden crear. O nada de eso. Entre los detalles de su naturaleza, privada, ya fecundada y empaquetada, se concentra una colosal explosión de energía, cuyo fulgor, se estima, operará como una bomba de racimo. Energía que, al liberarse, fundará un nuevo tiempo verbal, un tráfico de materiales para un montón de pérdidas inusitadas. Nos recuerda que una lengua no es más que el sueño de dos cementerios en ruinas sobre las espinas de un cactus. Y no es todo, estamos frente a una geometría, a una forma mediante la cual el poeta no va comprendiéndose a sí mismo, sino va dejando y revelando que la creatividad es gratitud, desborde, fuga, ritmo, estupor y el trópico de su resurrección . El poeta se hace uno con los escombros de sus percepciones. El deseo y el abandono aquí se dan cita en medio de un campo de significados que no son más que las cenizas de una vida. Una vida, un libro: un idioma en llamas, un temblor mental, un planeta hecho de desintegraciones y apariciones. Caos y cosmos. Todo en el hermoso viaje que es el alfabeto y las palabras. Este es el retorno.
El pasado absoluto impulsa la muerte futura. De ahí que el comienzo de la novela coincida con una muerte, como un tiempo aplastado, sin salida, sin escapatoria, porque hasta su campo ciego es un precipicio. La poesía es el horizonte estético de La mujer fingida de Ana Abregú y, correlativamente, la instancia del anclaje inestable y conjetural de su relación con el lenguaje. La nitidez de las descripciones se asienta en la fuerza poética con que se dice la percepción. Las voces narrativas de la novela figuran los escenarios, las variaciones de la luz, los reflejos, los movimientos, y la precisión sensible de esas imágenes se diseminan en la trama. Si tomáramos como válidas las categorías de mundo y escritura, podría afirmarse que el proyecto de escritura de Abregú, afirmado en esta novela, da a leer una trama sinuosa por la se asoman los resquicios por donde se filtra una historia constantemente acechada por la dificultad de ser contada; la escritura acosa el mundo sin alcanzarlo, pero exhibiendo sus perfiles difusos y amenazantes. Las acciones se suceden cribadas por la impotencia de un lenguaje para nombrar los acontecimientos, revelando su incompletitud, por sus rasgos inenarrables, por los innumerables puntos de fuga de la certeza. En La mujer fingida se despliega con maestría el arte de la descripción para aproximarse de modo inigualable a narrar la dimensión perceptiva. Abregú deja que el relato aluda a los movimientos de sus personajes narrando de manera singular y única las vivencias que los conmueven. Con un nivel de detalle magistral y una gran profundidad compositiva, La mujer fingida describe las peripecias y narra las percepciones. Ana Abregú consigue crear una mirada inquietante sobre la consistencia de la vida y sus entornos en una novela perturbadora.
Roberto Ferro
Las voces de un país se reúnen y sacuden su intensidad en este fascinante tratado que abrirá su comprensión del universo poético peruano. La poesía, como algunos manifiestan, no posee más bandera que la propia escritura, sin embargo, creemos que no hay poesía sin espacio y tiempo, sin contexto o época abierta como: here, señores, están las voces más intensas y arriesgadas de los últimos 10 años de escritura en las tierras del Perú. País grande y contradictorio, sacudido por la violencia y la corrupción. Frente a ello, estos poetas de todas las regiones nos acercan a una sensibilidad vasta y furibunda. Acerquemos nuestros ojos, corazón e intelecto a esta sinfonía que descubre la cultura de un país en el fuego de su arte poético. Este libro suena a todas las sangres. Julio Barco.
Macedonio/ Para empezar aplaudiendo es una pieza teatral que pone en movimiento la obra de un escritor argentino paradigmático, maestro y modelo de la generación de Florida. Jorge Luis Borges comentaba haberlo admirado hasta el plagio. Liliana Heer logra traducir el pensamiento de Macedonio Fernández a una lengua constantemente alusiva, muy familiar al lector macedoniano, pero también capaz de contener a quien no pasó el umbral de las escrituras del autor de Papeles de Reciénvenido. Las voces y los ecos de seis personajes -El bobo, Desandar, Layda, Tantalia, Aspirante a Genio y Macedonio- son la usina de esta inigualable invitación a escena, precedida por veinticinco textos escritos por veinticinco especialistas en Macedonio que conforman los Prólogos de este libro a semejanza de la Novela de La Eterna. Los dibujos de Vanina Muraro, con sus líneas silbidos, hacen presente la dimensión creativa de los protagonistas.
El dispositivo narrativo de la saga de Jorge Cáceres, que se continúa con la novela Todo viene del pasado, se da leer como una polifonía de voces y perspectivas diversas puestas en juego a través de los relatos de personajes atravesados por las intervenciones del protagonista. Las operaciones excéntricas de las historias tejen y elucidan conjeturas; las voces imbricadas y las conspiraciones solapadas se suceden en las secuencias de acontecimientos plurales y sinuosos, como si el azar se complotara al poner en tensión la sutil diferencia entre el original y la copia, entre la verdad y la falsificación. Jorge Cáceres, un vendedor de libros raros, vive y reflexiona a partir de los artificios de la omisión y de la labilidad de las máscaras. El diferimiento de voces, como recurso de elisión, configura un sistema paradójico que hace de esta novela una notable variación de la narrativa policial negra. Roberto Ferro, consumado innovador de las convenciones del género, construye el entramado de Todo viene del pasado desde la mirada estrábica de su protagonista que persigue una incógnita velada en las cartas de Manuel Puig.
Ana Abregú.
"Capone en Septiembre" es una pieza de escritura poética teatral con siete episodios, equivalentes al Séptimo Círculo del Infierno de Dante donde están los que se enfrentan contra un tercero, contra sí mismo o contra Dios. Angie, la protagonista, anhela ser rescatada por Al Capone. Su familia representa la mediocridad, los lugares comunes, el vivir atada a prejuicios. Contra este modelo, ella habla del olor, expresa su rechazo, se escapa, maldice, y ante los “¿Por qué?” maternos responde siempre: “Porque el amor huele”. La realidad política desencadenada por la ley Volstead vuelve a ser paradigma y motor del binomio prohibición-violación. Vemos desplegarse en diversos tonos el mito Capone junto al diagrama de una realidad institucional cómplice.
Nicolás López-Pérez (Chile, 1990) concentra & procesa los rudimentos de su propia fe literaria, la de una obra monumental, una obra capaz de volver a escribir los vínculos de la experiencia entre la vida y lo que el lenguaje ha dejado marchitar para El mundo de las palabras y los hechos. Tipos de triángulos es una pequeña máquina de sueños y poesía, conducida por la energía y las formas que se transforman en el ajuar de una casita que no solo es literatura o alguna profesión de ética o estética. Sus partes se encuentran desperdigadas en ningún orden en específico, son escombros que respondieron frente a la enervante y lapidaria normalidad infundida por el tiempo presente, ese luminoso movimiento perpetuo. Este libro funciona, transcurrida la ascética fragua de un albur que propone su primera muestra, cuando ya no se habla de selección u antología, sino un vistazo hacia algo que está siendo. Y que perfectamente podría dejar de ser. Contra toda esperanza, el día de mañana o cuando su lectura sea obsoleta.