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Repetir la cacería |
Cuando cumplí catorce años, mi madre propuso que nos suicidáramos. En realidad, ella no utilizó esta palabra, fue una simple sugerencia exenta de patetismo. Lo dijo y no lo dijo, habló del agua y del escollo entre alcanzar la dicha y hacerla perdurable. Bastaría caer juntas, abrazadas, radiantes. Repetir la cacería es una nouvelle que perfora el espinoso núcleo madre-hija. Estamos ante una epopeya moderna donde se narra el resplandor entre una generación y otra. La obra comienza apelando a una oposición literal: el “No teníamos nada que decirnos” que llevó a Meursault -el personaje de El extranjero de Albert Camus- a internar a su progenitora en un asilo. El personaje central de Repetir la cacería no tiene nombre, su mejor amiga se llama Gerty, igual a la adolescente que inspira a Bloom a masturbarse en Ulises de Joyce. La amistad entre ambas jóvenes da aliento a la protagonista violada, posibilita el atravesar esa traumática iniciación: Una solo no se salva. Podríamos situar a Liliana Heer como una de las precursora de la ética Ni Una menos. |
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