Las razones de la sal se da a la lectura como El castillo de los destinos cruzados, de Ítalo Calvino, con la distinción de que no son las cartas de tarot las que espejan las historias narradas sino los juegos del amor y el deseo, la literatura y la imposibilidad de la lectura. ¿Qué mundos se crean cuando se abre un libro? ¿Qué afectividades explotan cuando aparece el otro? Las voces del texto, que leen, que piensan, que sienten, arman un bucle imperfecto que difiere y desplaza una intriga que no termina de precipitar: quién es quién en esa historia, ¿de uno?, ¿de dos? ¿Qué leen y cómo leen; qué bibliotecas arman y desarman, cómo acercarse a uno de los textos más significativos de la literatura? Los cruces, los desvíos, las intersecciones, las reescrituras, los encuentros fortuitos, los fantasmas, se replican en los hilos narrativos y constructivos: ¿es la rubia?, ¿es Molly?; ¿quién mira y es mirado en esa historia? ¿Qué artilugios literarios asedian y borronean las posibles certidumbres del texto? Las razones de la sal despliega ficción crítica tironeada por el fuego que hay que apagar y por la escena mítica que se tiende entre un libro, un escritor y un lector, en la que laten no sólo poemas y novelas, sino también una historia y una crítica de la literatura. Silvana López.
Jorge Cáceres recibe un paquete con dos novelas de un conocido autor de best sellers; ese envío le resulta insólito: nada más alejado de su actividad de vendedor de libros raros que esos títulos; pero el desconcierto se transforma en una acuciante cadena de enigmas cuando se entera de que quien ha dejado el paquete en la recepción ha sido asesinado en la misma Galería Güemes donde vive Cáceres. Movido por la extrañeza advierte que los libros estaban ocultando un mensaje con un pedido de auxilio que lo sitúa en el pasado familiar. A medida que se adentra en la investigación va desentrañando una turbia trama de secretos e identidades clandestinas vinculadas a una represora de la dictadura militar. La narrativa de Roberto Ferro aborda el tema de los vínculos entre la memoria personal y la memoria compartida con un nivel de minucioso detallismo, que lleva al personaje a transitar por una serie de escalofriantes revelaciones sobre el infame vínculo entre la dictadura militar y los negocios de la industria farmacéutica. El regreso de Jorge Cáceres, el emblemático protagonista de la saga de novelas de Roberto Ferro, se despliega en un relato en el que los enigmas son tratados con la fina elegancia de una narrativa atravesada por las modulaciones del policial negro.
Erbóreo R. Frot
Soy Cecilia Abrile autora de El inicio, la primera novela de la saga Proyecto Mil.
En mi adolescencia, viví una experiencia irreal. Me impactó, quise entender, pero no encontré a nadie que me explicara. Me asusté, puse mi vida a cargo de mi parte intelectual y encerré al resto de partes de mi ser en un lugar inalcanzable.
Luego de años de haber padecido golpes y en el intento de mitigar el profundo vacío que sentía, inicié mí viaje de investigación y estudio de disciplinas científicas y holísticas, para entender lo que a simple vista no se ve.
El acceder a la información compartida en El inicio, te permitirá auto-empoderarte, al descubrir las DOCE RECETAS CUÁNTICAS que podés usar para crear tu realidad deseada.
Me gradué como Ingeniera en Sistemas. Estudié geometría sagrada, diseño humano y el I Ching. Soy iniciada en la lectura de registros akáshicos y en indigo ray balancing. Exploré constelaciones familiares, astrología, budismo, procesos de sanación, física cuántica y otros.
Gracias a la experiencia que viví, me capacité, investigué, experimenté y mi vida cambió cuando descubrí cuál es y cómo funciona mi poder interior, encontrando la clave que me liberó y me permitió dejar de tener miedo a lo que no sé ve.
Logré integrar y sintetizar lo que me llevó años entender, en esta novela de fantasía o ciencia ficción, divertida, dinámica y de fácil lectura que a su vez es la guía de los cursos que doy, donde explico cómo usar las recetas cuánticas. Compartiendo desde mi propia experiencia para que no cometas los mismos errores, ni sigas pasando por lo que yo pasé.
Auto-empoderate, comenzá a leerlo ya mismo y sumá conciencia, compartilo a quienes lo necesiten o tengan interés en el mundo holístico.
Jorge Cáceres, un vendedor de libros raros, recibe el encargo de búsqueda de un libro editado en una tirada de un ejemplar único; en paralelo está empeñado en el rescate de la correspondencia entre Juan Carlos Onetti y un amigo, que especula pude significar un hallazgo notable. Siguiendo las pistas de esa investigación, en una librería de Maldonado le ofrecen la primera edición de un libro de Alejandra Pizarnik, al revisarlo descubre una huella sangrienta. Esa revelación lo remite al encuentro con una mujer que estaba convencida de que esa era la prueba de un asesinato y trastorna la libreta de notas en la iba dejando constancia de los avatares de sus actividades. Ese es el nudo de la urdimbre de Un ejemplar único en la que se cruzan el desafío de reescribir el relato que iba componiendo con los asedios de las tensiones entre el presente de las acciones y el pasado que descubre no ha sido registrado en su memoria. La narrativa de Roberto Ferro se abre a deslumbrantes espacios de reflexión a través de referencias culturales y teóricas donde se revitalizan los enigmas clásicos del género policial, en una novela que atrae y deleita por la maestría en el desarrollo de la trama y en el dominio de los registros, de los matices expresivos y por su reflexión sobre los laberintos de la memoria.
Erbóreo Frot
POSFACIO
Si titular es, de alguna manera, revelar sin anticipar, el título de este texto de Ana Abregú no solo interpela al lector sino también anuncia, despliega y abre una serie incalculable de derivas de sentido que a un tiempo exhiben su propio develamiento sin que eso suponga clausura o conclusión. De hacer caso a tales palabras, lo más sensato sería comenzar estas líneas expandiendo ese título sin glosarlo: Pentimentos, el arte de superponer sedimentos. Y a continuación, lo que voy a hacer, más modestamente, es dedicar estas breves líneas a desarrollar lo que el título anticipa. Debo comenzar por aproximar un lente de aumento a mi mirada lectora, de manera que aparezcan algunos rasgos que operan como cifras de núcleos semánticos plenos: arte, combinar, fragmentos; en fin, disponer hibridaciones genéricas como precipitados, cada entrada es una especie de centón en el que convergen como inestables superposiciones a la manera de palimpsestos que bien podrían haber ilustrado Escher. Ana Abregú, con una fina maestría va disponiendo capas superpuestas de sedimentos de voces líricas, voces narrativas que atraen a la linealidad de sus fragmentos intersecciones en las que se asoman como tentativas de múltiples destellos de discursos filosóficos, literarios, políticos. El sentido de un pentimento testimonia nítidamente una situación en la que es posible reconocer la especificidad de su gestualidad, lo que se da en sus enlaces, envíos y remisiones no es identidad ni plenitud de presencia alguna, sino más bien una tensión entre la simultaneidad del trazo y el sedimento significativo que se confabula con la ausencia de lo anterior. El sedimento de la escritura presente y la ausencia de lo que la antecede son dimensiones autoimplicadas bajo la perspectiva de la diferencia. La función del pentimento sólo puede concebirse en el entramado siempre inestable entre el par presencia/ausencia. En la instancia de pensar la consistencia y el espesor de esta obra de Ana Abregú, los sedimentos activos sobre los que se asientan y de los que divergen forman parte decisiva de su configuración. Para finalizar, un aviso en forma de sugerencia para los bibliotecarios del futuro, será necesario abrir una clase única e inédita para un texto único, allí podrán ubicar Pentimentos de Ana Abregú.
Roberto Ferro
Martín Maidana el vecino de la próxima puerta de la oficina de Jorge Cáceres lo atraerá a una red de sinuosas relaciones; una de ellas lo pondrá en la pista de Marcel Duchamp que vivió en Buenos Aires desde el 19 de septiembre de 1918 al 22 de junio de 1919. Dos fotografías sepias de una mujer desnuda, al parecer sacadas por el artista son la posible prueba de que antes de partir hacia Nueva York le ha regalado un ready-made a la modelo; una composición tan valiosa como ignorada en los catálogos de su obra. La próxima puerta es la envolvente historia de una búsqueda y la de innumerables intentos fallidos, también de la fragilidad y la tenacidad con que dos fantasmas se entrelazan en el secreto y la ocultación, el fingimiento y la conjetura, en última instancia en la dificultad de separar deseo y realidad. La imagen desnuda de una mujer era una ilusión que se presentaba como prueba pero que no daba testimonio. Ese era el nexo, la zona de contacto entre dos fantasmas solo en las palabras; la identidad de Martín Maidana aparecía ligada a la narración, al discurso, a la creencia y al enigma, mientras que la corporalidad inaccesible de María Laura era como un destello que solo se dejaba entrever para postergar cierta fugacidad hasta una nueva reaparición. La novela de Roberto Ferro puede ser leída como un sutil folletín contemporáneo sobre la identidad perdida y la impostura del deseo, pero también como un espléndido thriller sobre la aventura de componer en relato la complejidad de la vida de un solitario.
Erbóreo R. Frot
Todo testimonio procura una voz, de lo que no tiene voz. Supay es una dicotomía confinada en la disposición jerárquica del tiempo. En Supay, Luna desterrado –en el sentido de estar suspendido en el aire, quizás–, mientras la pandemia le traza límites invisibles. La complejidad del control sobre sí mismo parece disiparse. Enamorado, perplejo, imbuido en el magma de la poesía, huye hacia su mente, hacia otro cuerpo insustancial y hacia el propio. La irrealidad sutil parece instaurada. Si en Dédalo –novela anterior, biografía apócrifa–, Luna se trasladaba en la geografía y confrontaba la inmaterialidad de las voces que guiaban su estar poético en pandemia, en Supay enfrenta un monstruo, la caducidad del movimiento y el desdoblamiento del tiempo.
Ana Abregú da cuenta de la historia de Luna, obstaculizado y sin itinerario; le otorga voz al poeta que lucha con el desprendimiento del olvido en el borde de un yo sin identidad, intentando descifrar los signos de su destino. Supay es el relato paradójico entre el fuego de la poesía y el amor, en la intimidad del lenguaje y el deseo.
Oitos Rossi.
En la última etapa de su vida, el anciano y enfermo M., el protagonista de Envejecimiento Ilícito, rememora el sinuoso recorrido por los sótanos de su memoria. No siempre fue un triste saco de huesos y fermentos corporales; alguna vez ha sido joven, osado, vigoroso. Pronto aprendió que debía dejar de lado ideales, sueños, fe. La rapiña, la codicia y la corrupción extinguieron su fuego y aniquilaron su esperanza.
La notable novela de Eduardo Méndez es una descarnada reflexión sobre los entretelones de la política argentina de los últimos tiempos.
La trama del relato se despliega como si fuera el reverso de una novela de aprendizaje, comienza por el final y se dirige hacia el principio en un incesante juego bascular entre el presente y el pasado. En los claroscuros de los recuerdos de M. se entrelazan su itinerario personal con la memoria compartida de los sucesos políticos que jalonan los avatares de la historia reciente. En una virtuosa urdimbre entre la ficción narrativa y la inflexión ensayística se tiende un telar genérico de brillante hibridez.
Con Envejecimiento ilícito, una novela potente, vigorosa, narrada con pericia indudable y con un gesto que exhibe un pulso distintivo, Eduardo Méndez irrumpe en el escenario de la narrativa argentina como una voz disonante.
Roberto Ferro
El dispositivo narrativo de la saga de Jorge Cáceres, que se continúa con la novela Todo viene del pasado, se da leer como una polifonía de voces y perspectivas diversas puestas en juego a través de los relatos de personajes atravesados por las intervenciones del protagonista. Las operaciones excéntricas de las historias tejen y elucidan conjeturas; las voces imbricadas y las conspiraciones solapadas se suceden en las secuencias de acontecimientos plurales y sinuosos, como si el azar se complotara al poner en tensión la sutil diferencia entre el original y la copia, entre la verdad y la falsificación. Jorge Cáceres, un vendedor de libros raros, vive y reflexiona a partir de los artificios de la omisión y de la labilidad de las máscaras. El diferimiento de voces, como recurso de elisión, configura un sistema paradójico que hace de esta novela una notable variación de la narrativa policial negra. Roberto Ferro, consumado innovador de las convenciones del género, construye el entramado de Todo viene del pasado desde la mirada estrábica de su protagonista que persigue una incógnita velada en las cartas de Manuel Puig.
Ana Abregú.
"Capone en Septiembre" es una pieza de escritura poética teatral con siete episodios, equivalentes al Séptimo Círculo del Infierno de Dante donde están los que se enfrentan contra un tercero, contra sí mismo o contra Dios. Angie, la protagonista, anhela ser rescatada por Al Capone. Su familia representa la mediocridad, los lugares comunes, el vivir atada a prejuicios. Contra este modelo, ella habla del olor, expresa su rechazo, se escapa, maldice, y ante los “¿Por qué?” maternos responde siempre: “Porque el amor huele”. La realidad política desencadenada por la ley Volstead vuelve a ser paradigma y motor del binomio prohibición-violación. Vemos desplegarse en diversos tonos el mito Capone junto al diagrama de una realidad institucional cómplice.
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Dédalo o repesando la novela lírica.No puedo escribir sobre Dédalo de Ana Abregú sin pensar que finalmente la literatura y la poesía son un enorme tejido de redes sinápticas que saltan y trasmiten, que fluyen y conectan entornos y abren nuevos diálogos. Ahí donde alguien termina un poema, yo empiezo otro y tal vez tú, lector, al escuchar el mío, empieces otro y sigas tejiendo el diálogo de un extremo a otro: pieles y lenguajes, signos y sentidos, calles e itinerarios abiertos sobre el siseo del respirar, en la plenitud del arder. La poesía como una experiencia creativa escrita en tiempos de coronavirus y de futuro incierto.Ahí yace lo vivo del canto, la continuidad donde renace el autor en lector que es autor de otro lector. La poesía como una gran Matrix de voces y diálogos, símbolos y atentados o tratados mentales; oscilaciones entre Vallejo y Juan Ramírez Ruiz; y atrás, Eguren, Adán, Ricardo Palma, jugando billar y tomando un té con eucalipto: el arte poético en la era de Internet, justamente, se hace un software de mente en mente, crece como virus y expande su entidad. En, y desde, Latinoamérica se alzan todas estas voces atadas a la lengua global como a su caos. Arder (gramática de los dientes de león) es la gramática de un sueño que se hizo poema, cuaderno, calle, manifiesto del cuerpo y sinapsis; y Des(c)ierto, la continuidad de un sueño que solo es posible en el lenguaje, y que gracias al lenguaje se hace vivible, posible, moldeable, triturable, habitable; escritos en las calles y vacíos de las ciudades del Perú. Y Semen, simetría del joven sol, que es mi primera novela y también un cuarto repleto de sensaciones y palabras, cuerpos mojados e inexorable vida. Somos literatura, texto, el jadeo del signo....Julio Barco. Seremsa, junio 2020.
Reseña del libro:
Dédalo by Ana Abregú
Dédado es una novela que trata sobre la épica de un poeta cuya épica es la poesía. El poeta, en viaje hacia el amor, retorna; en el medio el quiebre intempestivo de la pandemia. La bisagra imprevista, que es también un desvío de la épica del protagonista.
La historia que se cuenta en Neón tiene tres personajes principales: la Costurera, el Viajante y el Alcaide de la prisión; caracteres prontos a ejecutar el dominio con brutal desgarro. La protagonista fue Celadora en la cárcel del distrito y devino Costurera no solo de telas, también del himen de las novias de los presos. Nunca ha sido mujer de un solo hombre, convive con un ex presidiario convertido en Viajante, pero desde su nacimiento pertenece a Alcaide, su Tutor. Esta atractiva obra, dividida en tres partes, expone las peripecias de personajes adictos a rivalidades, mentiras y traiciones. Liliana Heer una vez más embiste convenciones produciendo en el lector un duelo entre la realidad y los tesoros de la imaginación. Estamos frente a una narradora hábil en agudizar tensiones, donde los acontecimientos interpelan. "Los personajes comienzan a expandirse, esperar encapuchados la aparición de algo desconocido". Tal vez, la mayor eficacia de Neón mar el efecto cresta de ola: deleite por los contrastes violentos, simultaneidad de escenas, diálogo entre palabra e imagen.
Cuando cumplí catorce años, mi madre propuso que nos suicidáramos. En realidad, ella no utilizó esta palabra, fue una simple sugerencia exenta de patetismo. Lo dijo y no lo dijo, habló del agua y del escollo entre alcanzar la dicha y hacerla perdurable. Bastaría caer juntas, abrazadas, radiantes. Repetir la cacería es una nouvelle que perfora el espinoso núcleo madre-hija. Estamos ante una epopeya moderna donde se narra el resplandor entre una generación y otra. La obra comienza apelando a una oposición literal: el “No teníamos nada que decirnos” que llevó a Meursault -el personaje de El extranjero de Albert Camus- a internar a su progenitora en un asilo. El personaje central de Repetir la cacería no tiene nombre, su mejor amiga se llama Gerty, igual a la adolescente que inspira a Bloom a masturbarse en Ulises de Joyce. La amistad entre ambas jóvenes da aliento a la protagonista violada, posibilita el atravesar esa traumática iniciación: Una solo no se salva. Podríamos situar a Liliana Heer como una de las precursora de la ética Ni Una menos.
Liliana Heer sitúa a Hamlet en el Siglo XX. Hamlet & Hamlet es un duelo amor-odio entre el hijo y el padre: Hamlet convoca al Espectro y le reprocha sus desvelos por satisfacer el imperativo de vengarlo. En esta novela, el protagonista alterna el pasado real con los pasados más recientes en el que diversos autores se introdujeron en el personaje shakesperiano. Dice que se dijeron muchas cosas sobre él: “lento en las antesalas de su venganza jugando tristemente con una calavera” (Borges). Se compara con Fortimbras, un actor del futuro sin intrigas familiares, mientras él siempre estuvo metido en una cáscara de nuez. Se pregunta cómo pudo olvidar que la política es la coordinación de los acordes y los desacuerdos. Enuncia con dolor, pobre Cetro, regalar nuestro reino a los noruegos. Comenta que recibió críticas pero también elogios por contemplar el oscuro paso de la guerra a la paz, la inmensa turbación a la que lleva. Vuelve a comparar el presente con el pasado cuando el escándalo aún tenía riendas. “Hablaba solo para afuera y para adentro porque No existe soledad en quien se escucha. Después de tu llamado debí aprender, y a vivir no se aprende, padre.”
De la memoria, de lo que se recuerda y cómo se recuerda, quizás le dijo Jorge Cáceres a Roberto Ferro la tarde en que le entregó la primera versión de su novela, anotaciones dispersas a un relato, básicamente, de dos situaciones; por una parte, la reconstrucción de una serie de diálogos en los que había intervenido y, por otra, la recopilación de mis interpretaciones de un conjunto de textos escritos y de imágenes; ambas se desarrollaron en un lapso que abarcó no más de un mes.Cáceres comenzó a escribir la misma mañana en que se enfermó. Luego de que la fiebre cediera, dejándole en las manos recuerdos de la infancia, escribió las primeras notas como un modo de no olvidarlos. Más tarde dos pedidos profesionales: la búsqueda del original extraviado de una novela –a la que se sumó la aparición de dos fotografías–; y, casi al mismo tiempo, una investigación histórica, con un final impredecible, acentuaron la certeza de que En cada caso las peripecias han sido señales que me incitaron a captar el tiempo y a sentir su espesor viscoso, así como en el contradictorio devenir.Seguramente hablarían de muchas más cosas esa tarde, ya que ambos se confabulan desde hace tiempo al momento de trabajar juntos en “los desbordes de la narración”. Mientras tanto el lector se deja conducir por el enigma de la trama, ajeno o testigo, según sea su mirada atenta, a la presencia indivisible de uno y otro; participando con deleite de los guiños literarios; agradeciendo, en definitiva, durante la lectura de la novela, que de todos modos así sea. María Claudia Otsubo
Pretexto Mozart es una curiosa mirada sobre la ópera Don Giovanni. Liliana Heer ha descubierto un hábil pretexto para escribir lo de-generado, planteando el fuera de límite entre estilo y trama. Sus personajes se alteran sin rendir cuentas, las voces de lo urbano y lo rural convergen, instigan, dialogan hasta subvertir las capas de tiempo. A través del retrato de una pequeña comunidad, se vislumbra la lógica de una época clave de Argentina: el inicio del peronismo. Belén Gautier, la protagonista, habita el escenario múltiple de la memoria involuntaria proustiana. Su erotismo prolifera en diversos tonos: “El territorio está minado, mis decires amenazan. Tengo en los brazos a un hombre mayor que mi padre, se ha quedado dormido, lo llaman Ezequiel”. Escritura sin red, poblada de mitos, supersticiones y creencias. Es difícil permanecer inmune al vértigo de esta novela rica en condimentos: adulterio, encierro, locura y muerte.
Las acciones de los personajes de Señales del tacto de Ana Abregú no transitan narrativamente un camino previsible, no se dirigen de un punto de partida, inscrito ya de antemano en el movimiento inicial. Tampoco se dirigen a un lugar en particular, no quieren llegar a ninguna parte. Es como si se recrearan en el movimiento mismo, aleatorio, fortuito, sin fin. La narración los arroja a una red de senderos azarosos, unas veces convergentes, otras veces disidentes, que más que responder a un destino prefijado, parecen estar ahí tan sólo para evidenciar su precipitado: la ausencia de todo punto de partida previsible. La novela despliega un conjunto de alusiones explícitas y referencias trasversales a la conjunción perceptiva de la mirada y el tacto, poniendo en tensión la temporalidad existencial y el trascurso con que la escritura lo representa. En Señales del tacto la percepción se relaciona de forma estrecha con el problema de la figuración de la realidad. La novela de Ana Abregú despliega una luminosa prosa narrativa, con ritmo que fluye con dominio y destreza, y una inteligencia que irrumpe en cada página y que vive en los personajes con lucidez seductora. Señales del tacto es la confirmación de la emergencia de una voz de un tono distintivo en el panorama de la literatura argentina.
Roberto Ferro.
Publicada en 1890, y casi en simultaneidad con los hechos históricos novelados, El conventillo (0 cortiço) es un hito en la narrativa naturalista brasileña e iberoamericana. Con el modelo de Zola en La taberna (L’assommoir), Aluísio Azevedo recrea un conventillo en el barrio de Botafogo (Río de Janeiro) con su mundo de lavanderas y artesanos, patrones, esclavos, venteros, financistas y aristócratas, en una galería de personajes típicamente brasileños. Entre otros: inmigrantes portugueses, artistas y músicos, ricos venidos a menos, gente de bajos fondos, prostitutas y mestres de capoeira. En este universo ficcional se destaca, como un arquetipo, la imagen de Rita Baiana, sensual mulata, feminista avant la lettre, farrista y solidaria, eximia cocinera. Una personalidad que, a partir de este novela, el imaginario cultural se encargará de copiar y recrear.
Ángeles de vidrio comienza con una escena inolvidable. Iván rompe de un botellazo el espejo de un bar donde Leonor trabaja de camarera: ante la intempestiva situación ella ríe a carcajadas multiplicando el caos. Algunos clientes arrancan fragmentos de espejo, se suben a las mesas, patean las esquirlas mientras el dueño la despide a gritos. Ya en la calle, ayudándola a juntar sus cosas, Iván advierte que Leonor está embarazada. Sin dudar, la invita a vivir en su edificio que tiene numerosas habitaciones, un invernadero y un teatro en el que ensayan la obra Do you want to play the drums? Los personajes de Ángeles de vidrio ensamblan sus vidas en puntos de quiebre, inventan nuevos modelos ajenos a todo tipo de convención, atraviesan dogmas propiciando el advenimiento de un mundo diferente. Leonor, la protagonista, le prestará su virginidad a Raquel para que negocie un momento de ilusión.
Como en la cita de Heráclito nunca se leerá dos veces el mismo Don Casmurro. Cada relectura ofrece nuevas sospechas al lector, que entra en el juego de resquemores del narrador protagonista. El joven, la novia, el íntimo amigo; el esposo, la esposa y ¿su amante? Un hijo, ¿quién es el verdadero padre?Esta incertidumbre ahoga a Don Casmurro, ¿es cierta la infidelidad de Capitú? ¿O son sólo la imaginación desbordada y los celos enfermizos que trastocan la realidad? En esta novela magistral, Machado de Assis no solo propone un enigma; construye una galería de personajes y situaciones que retratan la sociedad carioca de su tiempo.