Jorge Cáceres, un vendedor de libros raros, recibe el encargo de búsqueda de un libro editado en una tirada de un ejemplar único; en paralelo está empeñado en el rescate de la correspondencia entre Juan Carlos Onetti y un amigo, que especula pude significar un hallazgo notable. Siguiendo las pistas de esa investigación, en una librería de Maldonado le ofrecen la primera edición de un libro de Alejandra Pizarnik, al revisarlo descubre una huella sangrienta. Esa revelación lo remite al encuentro con una mujer que estaba convencida de que esa era la prueba de un asesinato y trastorna la libreta de notas en la iba dejando constancia de los avatares de sus actividades. Ese es el nudo de la urdimbre de Un ejemplar único en la que se cruzan el desafío de reescribir el relato que iba componiendo con los asedios de las tensiones entre el presente de las acciones y el pasado que descubre no ha sido registrado en su memoria. La narrativa de Roberto Ferro se abre a deslumbrantes espacios de reflexión a través de referencias culturales y teóricas donde se revitalizan los enigmas clásicos del género policial, en una novela que atrae y deleita por la maestría en el desarrollo de la trama y en el dominio de los registros, de los matices expresivos y por su reflexión sobre los laberintos de la memoria.
Erbóreo Frot
“Nada literario me (le) es ajeno”, podría decir (y decirse) acerca de un libro como el que viene a continuación. Declaración audaz, pero verdadera: desfilan en esas desbordantes páginas textos, referencias, sobreentendidos, alusiones, reflexiones, el universo de la literatura en fin, una constelación de palabras, que son también conceptos, mediante los cuales Roberto Ferro trama una relación pasional (e intelectual) con la literatura de su tiempo y en la que resuenan ecos de la gran literatura de todos los tiempos.
Noé Jitrik
La poesía como un volver sobre los pasos, un regreso al verbo original, a la palabra libre de subterfugios retóricos que nombra el lado oscuro del amor o dice la vida que se va, la luz que cae, el mundo que fue y comienza a desdibujarse . La desesperanza, el tiempo, la solitaria verdad de no ser nadie, nada sino el sueño mismo de haber sido, de haber vivido .. La imagen de la belleza como la primera y la última muchacha del camino El suave desprendimiento que otorgan los años, el despojamiento, el silencio, el vacío como una casa definitiva. Y las palabras, las mismas que fueron lejos y ahora vuelven para acompañarnos. De ello nos hablan estos poemas, estos breves y tardíos versos sin estridencia donde aún es posible, sin embargo, imaginar que alguien sigue cantando mientras alrededor todo oscurece.
El dispositivo narrativo de la saga de Jorge Cáceres, que se continúa con la novela Todo viene del pasado, se da leer como una polifonía de voces y perspectivas diversas puestas en juego a través de los relatos de personajes atravesados por las intervenciones del protagonista. Las operaciones excéntricas de las historias tejen y elucidan conjeturas; las voces imbricadas y las conspiraciones solapadas se suceden en las secuencias de acontecimientos plurales y sinuosos, como si el azar se complotara al poner en tensión la sutil diferencia entre el original y la copia, entre la verdad y la falsificación. Jorge Cáceres, un vendedor de libros raros, vive y reflexiona a partir de los artificios de la omisión y de la labilidad de las máscaras. El diferimiento de voces, como recurso de elisión, configura un sistema paradójico que hace de esta novela una notable variación de la narrativa policial negra. Roberto Ferro, consumado innovador de las convenciones del género, construye el entramado de Todo viene del pasado desde la mirada estrábica de su protagonista que persigue una incógnita velada en las cartas de Manuel Puig.
Ana Abregú.