La literatura es una práctica y un fenómeno colectivo. Detrás de esa abierta pero acotada afirmación, obras posibles y póstumas revoloteando desnudas alrededor del fuego en un jardín de caos convertidos en cosmos. Es una metafísica compartida, de quienes leen y quienes escriben. Inevitablemente, se está en una u otra posición. Se puede estar en ambas. El cansancio es mayor. Todo el tiempo estamos leyendo. La realidad misma es forzosamente legible. Leemos más representaciones en hielo que letras. La literatura nos muestra una simbiosis milenaria entre palabra e imagen. Y desde ahí, proyecta una incapacidad capaz de aunar fragmentos e hiperconectividad. Sobre todo, hoy, con la explosión de la autoría. Autores y autoras por doquier. El delirio proviene de la firma de las cosas que nacen, a partir de la nada o desde algo existente, en general, residuos. La literatura provee de asociaciones que liberan un efecto, más allá de decir y ver. La literatura admite su propia literatura. La metaliteratura. La literatura de la literatura. Una biblioteca imaginaria, causalidades & accidentes juntos en la misma mesa. Un recorrido por una experiencia lectora alienadora, de alguna manera un libro está involucrado en algo. Un libro, un autor o una autora, una obra, un impacto, un qué y un por qué. Cosas que se han quedado en la posibilidad o son porque ya están muertas. Se pueden ver materiales para una nueva obra posible, para una gran ouija que construye un momento en que todas las ficciones se tocan. En lo hermoso de esa frontera que la creatividad establece, uno vuelve a ser inventado. Las palabras de otros vuelven para amplificar una voz. Y se recurre a ellas para darles presente o por una mudez pendiente de examinar.Metaliteratura & Co es una forma de comparecer en una conversación mental que no se acaba & que, con todo, ve el final del túnel, donde los muertos empiezan a saludarla acompañando y velando al nuevo muerto. El que escribe este libro.
«De la naturaleza afectiva de la forma» puede leerse como un espacio y un estado en poesía; puede leerse como la grabación de intervalos en que el pensamiento se opone al mundo y no a través de la experiencia semántica y sintáctica; puede leerse como la suma de los documentos, el archivo y la imaginación, más o menos organizada, de Nicolás López-Pérez (Rancagua, Chile, 1990). Cada unidad articulada en este tríptico, tiene una función autónoma y traza su propio recorrido de ida y regreso al origen del lenguaje mismo. Siendo la lectura y la escritura, tecnologías, una obra es un dispositivo en medio de la confesión y confusión del sentido con imágenes y microtonos o, tal vez, es una pregunta a través de un laberinto o una llave para una puerta que la trayectoria y el desvanecimiento de un libro solo pueden crear. O nada de eso. Entre los detalles de su naturaleza, privada, ya fecundada y empaquetada, se concentra una colosal explosión de energía, cuyo fulgor, se estima, operará como una bomba de racimo. Energía que, al liberarse, fundará un nuevo tiempo verbal, un tráfico de materiales para un montón de pérdidas inusitadas. Nos recuerda que una lengua no es más que el sueño de dos cementerios en ruinas sobre las espinas de un cactus. Y no es todo, estamos frente a una geometría, a una forma mediante la cual el poeta no va comprendiéndose a sí mismo, sino va dejando y revelando que la creatividad es gratitud, desborde, fuga, ritmo, estupor y el trópico de su resurrección . El poeta se hace uno con los escombros de sus percepciones. El deseo y el abandono aquí se dan cita en medio de un campo de significados que no son más que las cenizas de una vida. Una vida, un libro: un idioma en llamas, un temblor mental, un planeta hecho de desintegraciones y apariciones. Caos y cosmos. Todo en el hermoso viaje que es el alfabeto y las palabras. Este es el retorno.
Nicolás López-Pérez (Chile, 1990) concentra & procesa los rudimentos de su propia fe literaria, la de una obra monumental, una obra capaz de volver a escribir los vínculos de la experiencia entre la vida y lo que el lenguaje ha dejado marchitar para El mundo de las palabras y los hechos. Tipos de triángulos es una pequeña máquina de sueños y poesía, conducida por la energía y las formas que se transforman en el ajuar de una casita que no solo es literatura o alguna profesión de ética o estética. Sus partes se encuentran desperdigadas en ningún orden en específico, son escombros que respondieron frente a la enervante y lapidaria normalidad infundida por el tiempo presente, ese luminoso movimiento perpetuo. Este libro funciona, transcurrida la ascética fragua de un albur que propone su primera muestra, cuando ya no se habla de selección u antología, sino un vistazo hacia algo que está siendo. Y que perfectamente podría dejar de ser. Contra toda esperanza, el día de mañana o cuando su lectura sea obsoleta.
Una mujer despierta en la habitación de una clínica, está inmóvil, los médicos y las enfermeras que la atienden convalidan los datos que les revelan los aparatos a los cuales ha sido conectada: la paciente continúa con vida pero en estado vegetativo. Sin embargo, ella los ve y los oye; conserva un estado de duermevela en el que trascurre un tiempo indefinido, un presente que parece detenido, el fluir de la inmovilidad...Roberto Ferro